














Se supone que Cataluña es una comunidad autónoma próspera, con una renta per cápita superior a la media nacional. Pero en los últimos años cada vez que sucede algún hecho extraordinario, se pone de manifiesto una red de infraestructuras tremendamente deficitaria.
Las últimas nevadas, ciertamente poco habituales han puesto de manifiesto una vez más que esas infraestructuras no están preparadas para situaciones fuera de lo común. Es asombroso ver la tardanza de la recuperación del suministro eléctrico a miles de ciudadanos en pleno siglo XXI. Aún llama más la atención si se compara con otra situación excepcional y devastadora como han sido las inundaciones en la "atrasada y paupérrima" Andalucía. Donde, claro, se han inundado montones de casas, se han caido puentes, destrozado carreteras, etc. Pero yo al menos no he escuchado situaciones tan sonrojantes, ni de cerca, como la del prolongado apagón de Gerona.

Como sucede siempre ante una situación de estas características, todo el mundo ha corrido (volado en algunos casos) a decir que su organismo no es el responsable del caos generado, que las actuaciones han sido las correctas, o a acusar a los gobernantes de una ineptitud intolerable (cuando todo el mundo sabe que el acusador de haber sido el gobernante hubiera actuado con la misma ineptitud). Vamos, la retahila habitual.
Las explicaciones a los motivos que nos han conducido a este caos serán heterogéneas y algunas heterodoxas. Por ejemplo, seguro que no faltará quien diga que esa red de infraestructuras catalana tan deficitaria se debe a la ausencia de inversión desde el gobierno centralista de Madrid para la castigada población catalana. Clásico discurso victimista-nacionalista. Puede que algo de razón tengan, pero la transferencia de funciones a las comunidades autónomas no consiste sólo en el trasvase de fondos. También implican la asunción de responsabilidades por parte de los gobernantes autonómicos. Y eso es lo que olvidan (supongo de manera intencionada) en numerosas ocasiones.
La principal función de los políticos y en lo que realmente se traducen las ideologías es en el reparto de los fondos públicos. Es decir el presupuesto es limitado y los políticos deciden donde se debe gastar ese dinero. Y un hecho indiscutible lo constituye el que en la Comunidad donde yo vivo, nadie se gasta un euro en promocionar idiomas propios, en cambiar todos los letreros de las calles y los comercios, en subvencionar una literatura en un idioma concreto, en inaugurar absurdas embajadas en el extranjero, en crear una historia diferencial y transcribirla a los libros de texto, en pagar costosísimos servicios de traducción, etcétera, etcétera.
Quizá en mi Comunidad Autónioma no se gasten esos dineros en lo que se deberían gastar, como en arreglar las carreteras, que las autopistas que se construyen no sean de peaje, en el mantenimiento de la red elécrica, en la mejora de la Sanidad, o en las prestaciones de la Ley de Dependencia, pero la teoría al menos me dice que así debiera ser.
Este es otro ejemplo más de como nuestro voto, que es una de las pocas cosas que los ciudadanos podemos hacer, es importante, y puede ayudar a cambiar las cosas. En fin, y no pretendo culpar a nadie, pero insisto una vez más en un mensaje que lanzo muchas veces desde estas líneas: Lo que tenemos es lo que merecemos. Aún lo puedo decir más claro: Si me dejo impresionar por el discurso de los nacionalistas que me ocultan la realidad de mi país, mientras me nublan la vista con irreales sentimientos patrióticos, obtienen mi voto....y cuando pasan estas cosas si te he visto no me acuerdo
Dicho de otra manera. Como tantas situaciones en la vida, los presupuestos públicos son limitados y por tanto pueden ser comparados con una manta: Si te cubres la cabeza, se te destapan los pies...Pues eso.
Sin tener pruebas que lo demuestren, mi impresión de lo que está sucediendo es la siguiente: Un juez ávido de protagonismo y quizá algo escocido tras su fugaz paso por la política, decide huir hacia delante e inicia investigaciones de gran calibre, quizá algo irreales, como por ejemplo la que llevó acerca de los crímenes cometidos por el franquismo. Esto tuvo varias consecuencias, entre ellas, y como es natural, la de la ultraderecha formal, encabezada por Manos Limpias (vaya un nombre tan gracioso que se pusieron los fulanos estos), mucho más preocupante me pareció la de la "derecha democrática", que en lugar de defender la actuación judicial se dedicó a socavar la autoridad de Garzón, a criticar su actuación, y a apoyar soterradamente a quienes denunciaron al juez. Todo esto quedó además teñido por un más que explícito apoyo de medios de comunicación afines a la ultraderecha no democrática, y para que no haya lugar a dudas, aquí incluyo a medios como El Mundo, la COPE, la Razón y ABC, aparte de esas cadenas minoritarias de la TDT entre las que destaca Telemadrid. Finalmente el juez es denunciado por prevaricación, es decir se le acusa por actuar de forma consciente de modo injusto (una de las peores acusaciones a un juez), aunque viniendo de quien venía la denuncia no es extraño el delirante argumento para defender a los herederos del terror dictatorial. Ahora bien, la denuncia es admitida por unos jueces aún más delirantes...o no. Mi impresión es que lo que aquí se está jugando es otro partido, cuyo torneo es el poder entre la judicatura y la batalla de los egos de estos grandes jueces-estrella.