Lo primero que me gustaría decir es que entiendo y comparto completamente la indignación y el cabreo de los miles de madrileños afectados por la huelga del Metro de Madrid.
Pero es que precisamente por eso se hace una huelga: Para afectar a cuantas más personas mejor, y que esta presión sea transmitida a los responsables empresariales o gubernamentales, y que de ese modo se pueda llegar a un acuerdo satisfactorio para todos. Es la única medida de fuerza que tienen los trabajadores frente a sus jefes.
Al menos las cosas funcionaban así el siglo pasado, y gracias a ello, los trabajadores fueron obteniendo "privilegios", que ahora consideramos derechos fundamentales, como la limitación de jornadas, las vacaciones retribuídas, el derecho a la baja laboral, etc,etc, etc. Todos estos avances se lograron gracias a la presión que los colectivos de trabajadores consiguieron transmitir con sus huelgas y movilizaciones a los empresarios y legisladores. Ninguno de los cuales, tal y como sucede ahora, eran partidarios de aumentar los derechos de sus empleados. Y en casi ningún caso, esa presión se consigue transmitir de manera directa y eficaz sobre los responsables, sino que debe ser transmitida a través de la sociedad que se ve muy afectada por este tipo de movilizaciones.
Sin embargo en el Siglo XXI, las cosas se están alterando. Y el frágil equilibrio entre los beneficios de los empresarios y los derechos de los trabajadores, parece inclinarse definitivamente hacia los primeros. Las reacciones a esta huelga del Metro de Madrid son un evidente ejemplo de esta nueva situación.
Si hacemos un breve repaso mental a las informaciones que nos han llegado a través de los diversos medios de comunicación, nos daremos cuenta de que el mensaje que se nos han transmitido es el de cientos de testimonios de madrileños cabreados porque llegan tarde a sus puestos de trabajo, imágenes de terroríficos atascos, etc. Todo ello ocasionado porque los trabajadores no han respetado los Servicios Mínimos. Y claro, semejante ilegalidad ha de considerarse como intolerable y consiguientemente castigada. Todos de acuerdo, y se nos lanza una consigna subliminal: Los huelguistas son los culpables y hay que actuar contra ellos. Sin duda alguna, a la cabeza de semejante desvarío se sitúa la Presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, que estoy convencido de que se está frotando las patitas en su madriguera, mientras piensa: "Lo siguiente es privatizar el Metro: Esta huelga es la prueba más evidente de que la gestión pública es ineficaz" (ya he comentado en alguna ocasión esta política derechista de obstaculizar al máximo los servicios públicos, para así "demostrar" a la población su ineficacia y fomentar las privatizaciones).
Pero aquí falta un detalle importante y es preguntar ¿POR QUÉ SE HAN PUESTO DE HUELGA LOS DEL METRO?. La inmensa mayoría de noticiarios olvidan esta transcendente cuestión, y parecen dar a entender que lo han hecho por fastidiar. Pues no. Y aquí es donde surgen las auténticas causas de esta lamentable situación: El Gobierno madrileño, contraviniendo el convenio de los trabajadores y el decreto del gobierno por el que los empleados en empresas publicas no se ven afectados por el recorte salarial de los funcionarios, decide de manera unilateral reducir los salarios de los empleados de Metro de Madrid (y de otras empresas públicas) en un 5% aproximadamente....Y claro los afectados protestan.
Y es aquí justo donde está el quid de la cuestión: Pasarse por el arco del triunfo el convenio colectivo es tan ilegal como incumplir los servicios mínimos, sólo que en este caso no existe la duda de si fue antes el huevo o la gallina. Y Esperanza Aguirre exige una "Ley de Huelga". Yo exigiría una ley contra los políticos que no respetan los acuerdos firmados. Y por esto que creo que la ira de los ciudadanos no debe dirigirse, tal y como propugnan la mayoría de medios de comunicación, contra los trabajdores y sus sindicatos, sino contra los responsables políticos que han provocado esta situación, y que gracias a esos mismos medios de comunicación, aparecen ante la opinión pública como víctimas del conflicto y no como lo que realmente son: Sus provocadores.
Otra cuestión es la de los Servicios Mínimos que se decretan: Se pretende con ello lograr que los efectos de cualquier huelga sean mínimos (no tal y como recoge la constitucion que habla de garantizar los servicios esenciales), y con ello desactivar la movilización de los trabajadores, y por tanto limitar su capacidad de presión y en consecuencia, reducir sus derechos en favor de los intereses de los empresarios. Lo cierto es que la imposición de unos servicios mínimos abusivos goza de muy buena prensa entre la sociedad, salvo como es lógico entre los huelguistas. Pero claro, cualquiera de nosotros podemos ser huelguistas mañana y querremos ocasionar la mayor cantidad de problemas que podamos para que nuestras reivindicaciones sean atendidas lo antes posible, porque estar de huelga al trabajador le sale muy caro ¿o no?.
Y por último no quería dejar de comentar otro aspecto, y es el del derecho a huelga de los trabajadores de las empresas privadas. En especial para aquellos que "disfrutan" de esos magníficos y flexibles contratos que están tan de moda. Si quisieran hacer una protesta, saben perfectamente que la continuidad de sus contratos depende de eso mismo. Eso se les ha comunicado por una vía mucho más eficaz y contundente que una notificación notarial: La insinuación. Pero bueno, este es un problema que analizaremos otro día
MAÑANA CUALQUIERA PUEDE SER UN TRABAJADOR DEL METRO DE MADRID