Los éxitos de deportivos de algunos de nuestros compatriotas han tenido un efecto colateral tremendamente beneficioso en nuestra sociedad.
Probablemente todo empezó con los éxitos de los chicarrones del baloncesto y la exhibición de los símbolos nacionales como la bandera rojigualda sin ninguna significación política. Más recientemente los futbolistas han logrado amplificar este efecto debido sin duda alguna al mayor impacto social del deporte rey. Y este Mundial de 2010 está constituyendo el espaldarazo definitivo a semejante transformación.
Personalmente la rojigualda no es mi bandera preferida y me siento más identificado por la tricolor. Pero cuando he salido de España me he sentido representado por los actuales colores oficiales de mi país.
Hace 10 años colgar una bandera española del balcón sólo podía tener una significación política o religiosa del asunto. La derecha más reaccionaria se había apoderado de nuestros símbolos dotándolos de un significado peyorativo sobre le que no quiero extenderme. Pero con el chispazo de estos deportistas, en algunos casos catalanes de pro que no se cortan en proclamar el ya famoso "Yo soy español, español, español", los demócratas hemos logrado arrebatarles la exclusiva de dichos símbolos. Los hemos vaciado de significado político y hemos logrado que nos representen a una gran mayoría.
La mejor muestra de lo que digo, se aprecia en las calles y centros comerciales, donde la gente no se corta de exhibir sus banderas y sus camisetas de la selección. Y no pasa nada. No significa más que quieren que el equipo que nos representa a todos consiga un éxito deportivo. Hace unos años eso no se hubiese interpretado de la misma manera.
Y es que a pesar de todo avanzamos....en ocasiones
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