Cada vez tengo más arraigada la sensación de que los gobernantes de los paises occidentales son los auténticos herederos intelectuales de Ignatius Rilley, el inverosímil tipo que protagonizaba la Conjura de los Necios.
Estamos en manos de un montón de gobernantes mediocres. Personajes venidos a más de la mano de unas siglas políticas gracias a las cuales han logrado prosperar en la vida. Sus trayectorias vitales tan solo incluyen meritorios ascensos en sus respectivos partidos; y ya sabemos todos como se logran esos lugares privilegiados en las listas electorales.
Padecemos una endémica carencia de perspectiva a medio y largo plazo, y ello tan solo tiene una causa objetiva: la mediocridad de nuestros gobernantes y representantes públicos. Ejemplos hay a cientos en estos azarosos días que estamos padeciendo.
Un gobierno zarandeado brutalmente por todos y cada uno de los vaivenes de la crisis económica, incapaz de establecer una estrategia que dure más allá de la siguiente rueda de prensa. Y una oposición que ahora enarbola banderas que cuando gobernaba repudiaron.
Ni uno solo de los políticos, especialmente de los grandes partidos, es capaz de elaborar una estrategia razonada y razonable de evolución a medio o largo plazo. La inmediatez de las decisiones se ha convertido en el único aspecto a tener en consideración a la hora de establecer políticas de desarrollo.
Todas las decisiones que se adoptan, y no solo en la esfera nacional, benefician a unos pocos. Precisamente a esos parásitos que devoran insaciables el cuerpo que les sustenta, los denominados mercados o poderes financieros. Y son precisamente estas sanguijuelas las que controlan quien puede acceder al poder. Gracias, entre otros, a que son quienes pagan las disparatadas y lujosas campañas electorales de los de siempre.
Junto al dinero, siempre, la llave del poder
Resulta, por tanto, imprescindible para nuestro futuro que la clase política occidental cambie. Que todos estos mediocres y advenedizos del poder sean expulsados de los lugares donde se toman las decisiones importantes. Su ineptitud y carencia de capacidad está más que demostrada.
Aunque claro, para que esto llegase a suceder resulta también imprescindible un cambio radical de esta sociedad mediocre....Porque sin duda alguna nuestros gobernantes son un fiel reflejo de lo que somos los ciudadanos como individuos.
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