Mucho hemos escrito, comentado y opinado en este y otros lugares acerca de la crisis actual que parece dominar una gran parte de nuestra vida cotidiana; sin embargo poco hemos hablado de las grandes líneas estratégicas que nos pueden ayudar a salir de ésta con el menor daño posible. Esto evidentemente poco tiene que ver con las miopes políticas desplegadas por el anterior gobierno socialista ni con la ceguera recortadora de los actuales populares.
Es imprescindible abrir el foco, y mirar hacia el horizonte si pretendemos encontrar un camino eficaz y prolongado que nos permita salir de este callejón sin salida por el que vamos caminando hacia un inquietante abismo o hacia un infranqueable muro de piedra.
En mi opinión hay tres grandes problemas, íntimamente interconectados, que nos impiden caminar en la senda de una solución definitiva a esta dura situación actual; su mero enunciado lleva implícito una solución evidente.
El primer problema es sin duda nuestra clase política. Incapaces e inútiles servidores de si mismos. No están preparados para mirar más allá de sus narices. Ninguno de nuestros gobernantes en los últimos años ha demostrado la más mínima grandeza de miras que haya permitido elaborar un plan de desarrollo o política a largo plazo. Todo son parches, medidas provisionales, poco meditadas y que no responden a un plan claramente establecido. De este modo, nos vemos sometidos a grandes bandazos, constantes rectificaciones, estrategias no meditadas, soluciones atropelladas; en resumen: soluciones a toda vista ineficaces y claramente negativas para el bienestar común de los ciudadanos.
Pero en este sentido, no hay que olvidar la responsabilidad que tenemos todos y cada uno de los ciudadanos. Los políticos son elegidos por nosotros, y esos discursos vacíos y carentes de profundidad parecen ser los mayoritariamente elegidos por los votantes. Por tanto esos cargos electos suponen un fiel reflejo de lo que es nuestra sociedad. La exigencia de políticos serios, que ofrezcan mensajes de calado y consistencia ha de partir desde los propios votantes; si lo que hacemos es votar desde la víscera y por cuestiones puramente estéticas y comerciales, finalmente obtenemos lo que nos merecemos: una clase política inútil pero con una adecuada imagen.
Nos han vendido la moto, y la hemos comprado muy gustosos. El medio es el mensaje, y eso nos evita la molestia de analizar las cosas críticamente. Es muy cómodo. Tragamos complacidos lo que nos han cocinado otros, que por supuesto, están interesados en que no investiguemos si hay otros menús.
Mientras no seamos capaces de rectificar esta situación, continuaremos padeciendo los gobernantes que nos merecemos. Por eso, seamos autocríticos y no nos limitemos a decir que todos los políticos son iguales. Empecemos a pensar en qué podemos hacer cada uno de nosotros para modificar el actual estado de cosas.
No nos confundamos. La culpa de que estos personajes rigan nuestros destinos es exclusivamente nuestra. Son un fiel reflejo de la sociedad que hemos creado. Mientras nosotros no cambiemos ellos seguirán siendo los mismos perros con distintos collares.
En segundo lugar, hemos llegado a una situación de vulnerabilidad absoluta de los Estados occidentales impuesta desde las tesis neoliberales imperantes. Las agresiones que estamos sufriendo desde los denominados mercados nos encuentran absolutamente indefensos. Los Estados han sido sistemáticamente desmantelados por los mismos que se han beneficiado de esta liquidación por derribo, y que ahora, desde su anonimato denominado "mercados" continuan desangrando las arcas públicas. Hemos asumido una terrible mentira: El bien del poder financiero se traduce en una mejora del bienestar del conjunto de la sociedad. En nuestras carnes estamos comprobando la gravedad de esta patraña; y aún así parece como si no quisiésemos darnos cuenta de ello.
Los Estados han de recuperar su fortaleza en beneficio del conjunto de la sociedad, y por tanto se han de dotar de las herramientas necesarias para suponer un eficaz contrapeso al inmenso poder que han amasado las corporaciones privadas y que ahora imponen las normas de juego buscando exclusivamente su beneficio. Además de unas leyes rigurosas de control sobre los denominados mercados es imprescindible que los Estados entren en el juego de la competencia con un sistema da Banca Pública y un conjunto de empresas en sectores estratégicos que logren balancear el desequilibrado (hacia las empresas privadas y en contra del ciudadano, por supuesto) sistema actual.
Por supuesto, que para desarrollar esta estrategia, es necesario que la empresa pública potente se rija por unas leyes diferentes a las del funcionariado más inmovilista que ha demostrado ser tremendamente ineficaz, y se acerque más a unos criterios privados y eficaces de gestión. Además enlazando con el punto anterior se requieren políticos con perspectiva y altura de miras, con la suficiente fortaleza social y legitimidad para desarrollar una política tan contraria a las directrices ideológicas actuales.
Y en tercer lugar, y no por ello menos importante, es imprescindible rectificar el marco europeo que nos mantiene maniatados. Para países como España, Europa se ha convertido en una prisión que imposibilita cualquier movimiento eficaz que nos permita salir de la crisis. La esquizofrénica política económica de la Unión se resume en una situación absurda: Una política monetaria; frente a 17 políticas económicas y financieras luchando y compitiendo entre sí con las manos atadas por las correas del euro. Por ahora, un claro vencedor, Alemania y muchos derrotados, incluyendo tarde o temprano al propio país germano. Esta situación es insostenible, conduce a más y más crisis. La solución a este grave problema puede ser doble, pero tengamos claro que deberemos optar por un camino u otro ya que el actual conduce indudablemente al desastre.
Por un lado, cabe la posibilidad de que los países más atacados por la crisis financiera (entre los que sin duda está España) opten por abandonar el barco del euro. Es normal que sus ciudadanos vean a Europa como el enemigo que ha provocado la debacle. Las estúpidas y miopes políticas financieras dictadas desde Bruselas se han acabado traduciendo en una competencia feroz entre sus estados miembros. Han vencido los más fuertes y los más débiles han sido devorados. Ahora no se les puede exigir que encima se muestren contentos con su papel de víctima. parece normal que quieran abandonar la partida. Por ejemplo veremos qué sucede a partir de mañana con los resultados de las elecciones en Grecia.
Pero existe otra alternativa, mucho más utópica porque para optar por ella, precisaríamos de políticos de amplia inteligencia y visión de futuro, circunstancia que por desgracia es muy poco abundante en Europa. Y sería construir una Europa verdaderamente unida, con una política económica y financiera común y firme frente a las agresiones externas...Indudablemente me parece la alternativa más deseable; pero también la más improbable, así que creo que cuanto antes vayamos preparando las maletas para abandonar este tren del euro; pues menos tiempo y dinero perderemos en un viaje que no nos lleva a ningún destino bueno.
A modo de conclusión, me parece un ejercicio saludable que vayamos todos pensando en como salir de esta dejándonos la menor cantidad de cosas y personas por el camino. No podemos continuar echándonos la culpa unos a otros y seguir dando palos de ciego. Se hace imprescindible elaborar una estrategia adecuada y con perspectiva. Nuestros políticos actuales, elegidos por nosotros, son incapaces de hacer algo así
http://helektron.com/listado-con-los-salarios-de-los-politicos/
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