La polémica levantada con el asunto del himno en la final de la Copa del Rey de fútbol demuestra que la humanidad ha crecido tecnológicamente; pero que muchos continúan siendo los mismos borregos que éramos en la Edad Media.
Los nacionalismos, del signo que sean, logran despertar los instintos más primitivos de muchas personas: el aldeanismo. Y eso, los políticos lo saben a la perfección, y no dudan en aprovecharse de ello en beneficio propio.
Las dos cosas que más muertos han generado en la historia de la Humanidad han sido las religiones y los nacionalismos; y en ocasiones, ambos.
Y todavía no hemos aprendido la lección. Cuantas más líneas haya en los mapas, más políticos y gobernantes son necesarios; cuantas más identidades nacionales haya que defender, más gente mediocre se dedica a crear banderas e himnos; cuantas más tradiciones y valores comunitarios hay que defender, más ejércitos y mejor armados son necesarios; cuanta más ignorancia de la población, más fácil es su control.
La historia siempre se ha escrito bajo estos parámetros. Y en la era de la información nos seguimos dejando engañar por estas cuestiones. Siempre imagino la cantidad de soldados que han muerto en infinidad de estériles batallas defendiendo una bandera que alguien les contó que era lo más importante del mundo, una patria por la que merecía la pena derramar hasta la última gota de su sangre, una creencia por la que merecía la pena entregar la vida. Mientras, los de siempre (no me entretendré en enumerarlos porque son sobradamente conocidos), contaban los beneficios en términos de poder y de riqueza.
No te dejes engañar, esto no es glorioso. A todos estos muertos, la historia, su patria, y sus gobernantes los olvidaron. Unos pocos fueron los beneficiados del engaño.
Además en España, en el último siglo hemos logrado establecer una perniciosa y falaz asociación: Los nacionalismos periféricos son progresistas, y el nacionalismo español es la herencia del franquismo; y por tanto totalmente incompatibles. Ambas afirmaciones son mentira, puesto que son exactamente la misma cosa; pero han calado profundamente en nuestro genoma. Y casi nadie se atreve a negar esta supuesta evidencia. Las reacciones que va a despertar el partido de fútbol que se va a disputar mañana son un fiel reflejo de esta montaña de embustes, convenientemente azuzada por políticos mediocres dispuestos a sacar tajada de cualquier cacerola.
Por un lado los que se han propuesto manifestar cuanto son de nacionalistas, silbando al himno de la nación española; y por otro los que sacaran su bandera rojigualda para enfrentarse a tamaña ofensa. Muchos habrá dispuestos a zurrarse con los respectivos mástiles de sus banderas creyéndose defensores de unos valores intangibles de identidad nacional. Esperemos que la sangre no llegue al río; pero en la cabeza de todos están los nombres de los que echan gasolina a este estúpido fuego y que son, curiosamente, los únicos beneficiados de dichos enfrentamientos.
A lo largo de la Historia muchas personas han muerto intentando cruzar una frontera....Me siento incapaz de encontrar una justificación válida a la existencia de esas fronteras (por ejemplo, el Muro de Berlín)
Es demencial, pero sigue habiendo mucha gente convencida de las bondades de establecer fronteras y diferencias con el vecino. Personalmente solo las interpreto desde la ignorancia.
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