Muchas ideas, muchas conclusiones y muchas consecuencias están sucediéndose en estos duros días de crisis que padecemos.
Una de las más extendidas es que la sanidad y la educación públicas no son sostenibles económicamente; y pocas provocan unas consecuencias tan directas en nuestra calidad de vida como esta.
Probablemente el planteamiento sea cierto, pero la forma de solucionarlo que se está implementando es profundamente errónea. Es decir, la sanidad y la educación públicas son insostenibles económicamente; pero la solución no es recortar, desmotivar a sus profesionales y buscar la alternativa en el ámbito privado. La solución consiste en gestionar bien los recursos disponibles, y de esa manera se podría mantener un nivel elevadísimo de prestaciones en cuanto a calidad y cantidad.
Hace años nos convencieron, primero tímidamente los gobiernos de González y después sin miramientos los de Aznar, que las empresas públicas no eran rentables y que su única solución era la privatización. Por ello se vendieron a precio de saldo (privatización lo llamaron) numerosas empresas públicas como Repsol, Telefónica y tantas otras. La alternativa de gestionarlas desde el ámbito público ni siquiera se manejó.
Previamente, ya sea por desidia, por mala gestión o directamente de manera provocada se había ahogado a estas empresas públicas y se había provocado su falta proverbial de beneficios (no en todos los casos). Las circunstancias que llevaron a esta situación fueron múltiples: Desmotivación de los empleados públicos, ausencia de criterios a la hora de establecer objetivos, carencia de responsabilidades en las cúpulas directivas, etc.
Hoy estamos pagando las consecuencias de tales acciones: Unas multinacionales deslocalizadas gobiernan nuestra economía bajo su inmenso poder financiero sin que exista un contrapeso que lo compense. El Estado no tiene capacidad para mejorar su capacidad económica, y se ve sometido a las inclemencias de los crueles mercados financieros. Además se ha perdido la capacidad de financiación desde el propio ámbito público porque la banca pública también fue masivamente desmantelada.
El resultado es la indefensión frente a las agresiones externas que provienen de unos inclementes poderes económicos que tan solo buscan su propio beneficio, aunque sea a costa de la calidad de vida de la gran mayoría de ciudadanos. Es algo similar al mantenimiento de las condiciones de vida del primer mundo a costa de la miseria de millones de habitantes del tercer mundo.
Unos cuantos datos más que significativos sobre a donde nos han llevado las privatizaciones salvajes
Y en esas seguimos, la próxima parada es desmantelar la sanidad y la educación públicas. Por supuesto que en la actualidad son insostenibles. Han sufrido demasiadas agresiones y se han destruido sus defensas naturales. El Estado es totalmente impotente para defender un sistema público universal y de calidad. La respuesta es errónea: soltar lastre, es decir reducir prestaciones, despedir personal, recortar por todas partes. La consecuencia es movernos hacia un sistema privado de Sanidad como el americano, en el que el 30% de la población aproximadamente carece de seguro sanitario, y un porcentaje muy elevado no dispone de cobertura para muchos tratamientos. Y hacia un sistema de educación privado en el que tan solo unos cuantos privilegiados cuentan con las oportunidades de desarrollo personal adecuadas. ¿Es a esto a lo que queremos evolucionar?.
Por lo que parece, la respuesta esta pregunta parece ser desgraciadamente afirmativa, y lo que la mayoría de la población ha votado, así parece refrendarlo.
"Hola, estamos aquí para hacer una pequeña reforma"
Sin embargo, y aunque el problema es de compleja solución, creo que no nos queda otro remedio que modificar esta penosa deriva.
Para ello se hace imprescindible un cambio de 180º en el rumbo de la política económica. ¿Por qué no puede un Estado funcionar como un grupo empresarial poderoso cuyos beneficios se inviertan en el bienestar de la población?. Es decir, una empresa nacional adecuadamente gestionada en lugar de repartir beneficios a un limitado grupo de accionistas los reparte para mejorar la educación, la sanidad, las pensiones, las prestaciones sociales, etc.
Suena utópico, pero creo que es una idea por la que merece la pena luchar. Lo contrario significa que poco a poco nos vayan dando mordiscos en nuestros derechos y economías domésticas y que sacrifiquemos todo lo conseguido en los dos últimos siglos en el altar de los beneficios empresariales disparatados, egoístas e insensatos que dominan la actualidad.
Por todo esto, a algunos el movimiento protagonizado por Argentina, nacionalizando YPF nos crea una pequeña esperanza en que aún es posible que seamos capaces de encontrar una solución.
Tomemos nota y observemos los resultados, aunque como es evidente va a recibir todas las presiones que las multinacionales puedan ejercer sobre el gobierno argentino......
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