December 2011 Archives
En el día del debate de investidura de Mariano Rajoy se me ocurre que lo ideal es hablar de otro tema.
Y creo que uno muy apropiado es Urdangarín, que de seguir a este paso puede convertirse en una de las personas más admiradas por los que nos consideramos republicanos.
No voy a entrar a valorar los aspectos legales y judiciales de las denuncias que recaen sobre él porque al fin y al cabo está protegido por la presunción de inocencia que nos asiste a todos los ciudadanos. Sin embargo, es suficiente con la sospecha de una actividad delictiva de alguien tan cercano a la Casa Real para que la monarquía se vea salpicada.
A lo largo de la historia de la humanidad, las monarquías han sido una de las instituciones y formas de gobierno más exitosas que han existido, al menos si se juzga en función del beneficio de sus propios integrantes. Han sido numerosas las monarquías que han logrado perpetuarse a pesar de las azarosas circunstancias que impone el devenir histórico. Por tanto, hemos de conceder a estos regidores el carácter de personas inteligentes y que han sabido rodearse de una aureola, en ocasiones incluso religiosa, que les ha permitido mantener sus privilegios durante grandes periodos de tiempo.
Probablemente el aspecto más característico de una monarquía es la excepcionalidad de su carácter hereditario, esto es especialmente llamativo en pleno siglo XXI, en el que las democracias parecen haberse impuesto como sistema mayoritario de gobierno, al menos en occidente. Y las monarquías han sabido capear los temporales y mantener las excepcionalidad de su carácter hereditario.
En mi opinión esto se debe a que la mayoría de ellas han sabido conservar ese mismo carácter excepcional conservando una serie de tradiciones dinásticas, entre las que cabe destacar la necesidad de que los herederos de las diversas coronas puedan solo casarse con miembros de lo que se ha dado en llamar nobleza.
El Roto, como es su costumbre, lo definió perfectamente hace unos días
Un príncipe o una princesa son educados desde niños en las maneras monárquicas, como no podría ser de otro modo. Algo similar sucede en las familias nobles, candidatas a emparejar a sus retoños con la Familia Real. Cuando son adultos asumen con facilidad y naturalidad su papel asignado. Y todo el mundo está contento.
Sin embargo en estos tiempos que nos toca vivir, los príncipes y las princesas han decidido, en muchos casos, saltarse las tradiciones y se han emparejado con plebeyos. El resultado lo estamos viendo ahora.
Probablemente el ejemplo paradigmático de esto sea la Casa Real británica, objeto de numerosas polémicas desde que sus miembros decidieron buscar parejas fuera de la nobleza que marcaban las normas tradicionales. Nuestros Borbones están siguiendo el mismo camino: Una infanta divorciada, con lo católicos que son ellos; la otra acusada de malversación, apropiaciones, etc; y doña Leticia....ya veremos que nos depara el futuro.
Ellos mismos han decidido saltarse las normas que han perpetuado la excepcionalidad del carácter hereditario de sus cargos públicos. No me parece mal, pero, por tanto, solo queda una consecuencia lógica, y es que se sometan a las normas a las que nos sometemos todos los ciudadanos de un régimen democrático: a una elección en las urnas cada 4 años.
Ya ha pasado demasiado tiempo desde esta imagen sin que el reinado de Juan carlos, e incluso el de su hijo Felipe haya sido refrendado por als urnas.
Personalmente me parece que el Jefe de un Estado democrático debería someterse a la decisión de las urnas cada 4 años, y no perpetuar el sistema actual, por el que Juan Carlos fue elegido hace 36 años, y no ha sido refrendado por lo único que otorga legitimidad en una democracia: los votos del pueblo.
Tampoco soy un ingenuo, y soy plenamente consciente de que en el caso de unas elecciones en la España actual, Juan Carlos sería el gran favorito a ganar unas elecciones como Jefe del Estado. Pero aún así, creo que los ciudadanos tenemos el derecho y la obligación a elegir al máximo representante de nuestro país.
Los conflictos y polémicas que los nuevos consortes reales están trayendo a la monarquía, probablemente sean el principal aliado en la actualidad de los que aún albergamos la esperanza de poder elegir al Jefe del Estado en el que vivimos.