En este país hemos prosperado en gran parte debido a los grandes negocios que se han hecho en torno a las inmobiliarias. El asunto era sencillo, pero pocas veces nos lo han explicado con claridad. Todo empezó a crecer muy deprisa a finales de los 90. Se empezaron a construir viviendas en exceso, ese era el detonante que produjo la explosión económica. En torno a la construcción prosperaron numerosos negocios adyacentes, mucha gente sin ningún tipo de formación conseguía trabajo bien remunerado sin estímulo para el progreso en su profesión, los inmigrantes eran bienvenidos para ocupar los puestos de trabajo peor pagados. Todo el mundo prosperaba y los políticos se colgaban las medallas de las vacas gordas. Todos éramos felices, comíamos perdices y nadie se preocupaba por el destino que nos aguardaba.
Este tipo de modelo de desarrollo económico fue iniciado por los gobiernos de Aznar, y nadie se atrevió a criticarlo, de hecho Zapatero en su primera legislatura se subió al mismo carro y se dedicó a pregonar las bonanzas de su política económica. Pero el tiempo nos ha demostrado con dureza lo erróneo de basar el desarrollo económico en algo insostenible como es la construcción. Es evidente que tiene un límite, llega un momento en que no se pueden vender más casas, y por tanto no es necesario construir más. En ese momento, miles de albañiles (perdón, trabajadores de la construcción) van a la calle, y como una gran mayoría no tiene ningún tipo de formación tienen muy escasas posibilidades de encontrar otro puesto de trabajo, y mucho menos cuando buscan algo con los sueldos que estaban cobrando por poner ladrillos unos encima de otros. Pero también, como no se construyen casas, empiezan a sobrar las fábricas de puertas, ventanas, sanitarios, ladrillos, cementos, y toda esa cantidad de cosas que llevan las casas. Resultado, más trabajadores en paro con escasa cualificación y menos posibilidades de recolocación que reducen su consumo de productos y por tanto decrecen todos los sectores de la economía. Pero además, toda esta gente en las épocas de bonanza se han comprado casas que tienen hipotecadas, préstamos que podían pagar gracias a los sueldos que ganaban cuando se construían muchas casas, y que en el paro ya no pueden permitirse. Consecuencia: Se empiezan a vender casas, y como en muchas ocasiones el préstamo agobia, se empieza a bajar el precio de las mismas, es decir el valor tan desorbitado de la vivienda empieza a caer. Debido a esta caída, la construcción de casas nuevas ya no es tan rentable, por lo que ya no se construyen tantas casas nuevas. Y así retornamos a unas líneas más arriba para cerrar este maligno círculo vicioso en el que nos hemos visto envueltos. Si además sumamos la grave crisis financiera internacional cuyos resortes íntimos no están muy alejados de este mecanismo, pues nos encontramos con una explicación lógica de nuestra situación actual.
Esta simple historia era perfectamente previsible, o al menos debería haberlo sido por alguno de los genios que han estado al mando de los últimos ministerios de hacienda. Pero nadie en sus puestos de responsabilidad ha tenido el suficiente valor para detener este maligno engranaje, y ahora las consecuencias las pagamos todos. Nuestra economía tan próspera hace unos años ha perdido uno de los dos motores que la movían con fuerza hacia la de otros países occidentales: el sector inmobiliario. Afortunadamente nos queda el otro motor, y ese difícilmente se gripará: El turismo.
Probablemente nuestra economía se halla cercana a tocar fondo, y esa quizá sea la mejor razón para que nuestros dirigentes, y aunque sea por una primera vez en sus vidas adopten una postura coherente y de altura intelectual y tomen decisiones para el bien común a largo plazo y no hagan lo que hacen en la actualidad casi siempre, es decir optar por el corto plazo y el beneficio partidista. Creo que es un momento óptimo en nuestra historia reciente para decidir cuál va a ser el futuro económico de nuestro país al menos a medio plazo.
Para un proyecto de esta ambición y envergadura lo primero e imprescindible sería un acuerdo y pacto entre los principales partidos políticos. Hoy por hoy esto parece altamente improbable, ya que ni siquiera Julio Verne lo predijo en sus fabulosas novelas. Así que a partir de aquí, podemos considerar que entraré en el terreno de la Ciencia Ficción. Hecha esta aclaración, voy a exponer a grandes rasgos mis ideas acerca de cómo deben ser las principales líneas que pueden llevar a nuestra economía hacia una situación mucho más próspera y con una base lo suficientemente sólida para que perdure. Hay cuatro terrenos en los que se pueden cimentar sólidas bases para un adecuado crecimiento económico en nuestro país.
- Turismo: Sin duda alguna uno de nuestros baluartes. Además va mucho con el carácter ibérico. Aunque el turista poderoso económicamente es el más apetecible, creo que hay muchos lugares costeros que no desdeñan en absoluto la masiva invasión de alemanes y británicos deseosos de emborracharse a bajos precios. En fin, que creo que cualquier medida encaminada a promocionar el turismo en nuestro país puede ser fácilmente rentable. E incluyo aquí todos los sectores.
- Energías renovables: Resulta tan evidente que el futuro energético de la humanidad, al menos a corto plazo, pasa por la energía solar, eólica, etc, que a veces me pregunto los motivos por los que no se pone toda la carne en el asador de la investigación de estos campos. No puedo evitar pensar que las grandes compañías petroleras y energéticas son los principales obstáculos para este desarrollo. Su destrucción vendría del ciudadano autosuficiente que por ejemplo con unos paneles solares en su tejado consigue la energía que necesita para su casa y su vehículo; y por tanto se defienden tanto como pueden. Por ahora España está entre los países más desarrollados del mundo en este terreno y somos hasta capaces de exportar nuestras tecnologías. Este es el camino, sin duda, pero aún hay que insistir más en él y menos en tecnologías obsoletas como la nuclear, que en ciertos círculos políticos goza de mucha popularidad, quizá al abrigo de los enormes beneficios económicos que genera a las grandes eléctricas.
- Investigación, Desarrollo e Innovación: Aquí es donde estamos más verdes, porque nos hemos acostumbrado al beneficio rápido y sin esfuerzo, pero ya hemos visto a dónde nos lleva. Sin duda que somos perfectamente capaces de tropezar una y docenas de veces con la misma piedra. Pero otro gallo nos cantaría si lográsemos desterrar de una vez por todas la sentencia unamuniana del "que inventen ellos" de nuestro patrio acerbo cultural. Para un correcto desarrollo en este terreno se necesitan políticas que verdaderamente apuesten por ello y no palabrerías ausentes de fondos económicos. En nuestro país la investigación sigue estando sostenida por becarios en una gran mayoría de ocasiones. Estos becarios generalmente con una excelente formación reciben unos miserables sueldos que los sitúan en el subsuelo de la escala social. De hecho uno de los últimos debates que recuerdo es sobre si tenían derecho a Seguridad Social, y nuestros geniales políticos llegaron a la conclusión de que no. Increíble, así que cuando tienen la más mínima opción, abandonan la investigación y se dedican a otras cosas. Esto debe cambiar, o seguirán "inventando ellos".
- Sector Primario: En este terreno también queda mucho por avanzar, aunque en algunos casos se han dado pasos más que interesantes. Es preciso un cambio de mentalidad en nuestros agricultores, ganaderos y pescadores. Y eso va a ser difícil. Debemos asumir que por ejemplo producir no sé cuantos kilos de aceitunas no es rentable, puesto que en Túnez o Marruecos las producen a precios mucho menores que aquí, y contra eso ni podemos ni debemos competir, se consumen muchos recursos políticos (en forma de aranceles, etc) y económicos (subvenciones) en una batalla estéril y perdida de antemano. Sin embargo, nuestra apuesta debe estar dirigida no a la cantidad sino a la calidad del producto, para de ese modo justificar un precio de venta superior. Con el ejemplo de las aceitunas: debemos pasar a producir una cantidad mucho menor de aceitunas, pero exquisitamente seleccionadas para producir un aceite único que posea unas virtudes diferenciales con otros. Aquí la imaginación es libre, y hay que aplicar aquello de que si el mismo vino se vende a 5€ o a 30€, al consumidor le sabe mucho mejor cuando vale más caro. Todo esto es aplicable a todo el sector primario. Y hace falta imaginación, riesgo empresarial y visión de futuro, virtudes que habrá que saber promover entre nuestros agricultores, ganaderos y pescadores.
En fin, que una vez establecido los grandes pilares de un modelo económico de futuro, queda la labor más técnica de articular las medidas concretas, y es aquí donde creo que las discrepancias políticas pueden ser beneficiosas y enriquecedoras. Pero todo esto teniendo en cuenta la que está cayendo es una dulce utopía en manos de los mediocres dirigentes que nos hemos otorgado.