A estas alturas de la partida ya resulta insultantemente obvio que Rajoy y Mas son la misma cosa. Ambos comparten estrategia para ocultar la verdad de la corrupción de sus respectivos partidos. Para ello, no han tenido la mínima duda a la hora de lanzar a un estúpido enfrentamiento a dos sociedades supuestamente adultas. Y mucha gente, de manera que aún me resulta asombrosa, han comprado los argumentos de estos dos tipos.... y les votan, legitimando de ese modo el deleznable e irresponsable comportamiento de ambos.
Sin embargo, hoy no quería hablar sobre estos dos personajes, porque la reflexión va más en el sentido de las causas y consecuencias del régimen corrupto en el que sobrevivimos.
Si algo está quedando claro con los recientes casos de corrupción que vamos conociendo es que el sistema de privatizaciones de los servicios públicos está en el origen de muchos de estos turbios negocios. El mecanismo es perfecto: se privatiza un servicio público, se subasta entre los coleguillas, a ver quien paga la comisión más alta al partido concesionario, se adjudica de manera opaca al mejor postor (impostor, en este caso), y todos los involucrados se forran a costa de los trabajadores que ven mermados sus sueldos y sus derechos y de los ciudadanos que asisten atónitos al deterioro de los servicios públicos.
Pero todo esto no funcionaría sin que la maquinaria estuviese convenientemente engrasada; y lo que proporciona el lubricante al motor de la corrupción son los medios de comunicación al servicio del poder. La tarea de convencer a la sociedad de que lo público no funciona, y de lo conveniente que resulta la gestión privada es lenta y ardua. Pero lo han conseguido, han insertado en nuestros genomas esta idea, que es la piedra Rosetta del neoliberalismo.
En cualquier caso, y en el fondo no es más que el mismo mecanismo que han empleado Rajoy y Mas para enfrentar a los catalanes con el resto de España. Cuando las cosas van mal, se busca un culpable y se aprovechan los tópicos: los funcionarios son vagos, los autónomos defraudadores, los trabajadores incompetentes, los empresarios son nuestra salvación. Y cuela...vaya que si cuela.
Me asombra que la sociedad no sepamos sumar dos y dos. La privatización de los servicios públicos ha conducido al deterioro de dichos servicios, que cada vez se prestan en condiciones más precarias y los usuarios se resienten, de las condiciones laborales de los trabajadores (no tiene nada que ver un contrato público, con las condiciones de semi-esclavitud que ahora impone la patronal), de los sueldos, cada vez más y más pequeños. Y nadie es capaz de demostrar que todo esto se traduzca en un ahorro de recursos públicos con cifras; es más, todo parece indicar que resulta incluso más gravoso porque a la maquinaria se han adherido demasiadas lapas: el porcentaje de ganancia de la empresa concesionaria, las mordidas correspondientes, el sueldo de los gestores públicos que no sirven para nada desde el momento en que transfieren su función gestora a empresas privadas, etc, etc, etc....
Y mientras, la sociedad, hipnotizados por los argumentarios oficiales del neoliberalismo, hacemos un acto de fe, y nos creemos que la gestión privada mejora las cosas. Si somos objetivos, de eso como mínimo no estamos seguros; pero de algo si que lo estamos, que el sistema engorda a los gobernantes corruptos y a sus amiguetes...
¿A que esperamos para darnos cuenta del truco y actuar en consecuencia?
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