Hoy, 12 de octubre, es el día de la Hispanidad. Un sentimiento ambivalente y contradictorio me embarga, y me obliga a plantearme mi identificación como español. Vaya por delante que mi implicación con símbolos y objetos, de esos llamados patrióticos, es más bien escasa. Sin duda, se impone mi aspecto más iconoclasta al respecto.
Como todo en la vida, que no es negro ni blanco, el sentimiento que me genera este día está mezclado, y dependiendo del momento, la balanza se inclina más hacia un lado o hacia el otro...
Para empezar, me resulta un poco cargante ese sentimiento que algunos parecen querer imponer a la fecha del doce de octubre de arrepentimiento por las barbaridades que nuestros antepasados cometieron en América. Todos esos mensajes que inundan las redes sociales acerca del exterminio de los pueblos indígenas, aunque ciertos, no dejan de ser una extraña autoflagelación por delitos que cometieron otros hace más de 5 siglos. Nosotros no somos los culpables de aquello. Nuestra obligación debería ser conocer el pasado, asumir que por aquel entonces las cosas sucedían de ese modo: una civilización tecnológicamente más avanzada exterminaba a otra menos desarrollada en el aspecto militar...Y por supuesto, intentar evitar que ese tipo de barbaridades vuelvan a suceder (tenemos muy poco éxito los occidentales en esta misión).
Ahora bien, en este aspecto, también hay otra arista evidente: las personas más disconformes con el sentimiento de españolidad aprovechan estos hechos del pasado para menospreciar lo que España puede llegar a significar para algunos. Con la vieja táctica de aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid, pretenden azuzar un debate identitario que ya está demasiado encabronado por estas tierras como para tener que purgar lo que hicieron otros hace quinientos años.
El significado que se da a los símbolos es el que las personas queramos darle, y me parece que una celebración conjunta de los lazos que unen a tantos pueblos a ambos lados del Atlántico es algo positivo. Para mi, la fecha es lo de menos, ya sea el doce de octubre o el 30 de junio (fecha aleatoria); pues lo importante es el sentido que demos a ese símbolo.
Por otro lado, hoy es el día en el que los sectores más conservadores de nuestra sociedad se apropian de los símbolos nacionales con más intensidad, y sacan a relucir su pretendida españolidad. Hay mucho de impostura en todo eso.
Para empezar, no me cabe en la cabeza que el acto central del día de la fiesta nacional sea un desfile militar, al más puro y tradicional estilo de las dictaduras de uno u otro signo. Al parecer, el desfile de este año ha costado 800.000€; y yo me digo que más habría valido que ese dinero se hubiese gastado en mejorar las condiciones de seguridad en las que trabajan nuestros soldados desplegados en diversas misiones en lugares bastante conflictivos. Porque, digámoslo claramente, la labor que esos soldados realizan en el terreno es en muchas ocasiones admirable, y se hace a veces en condiciones totalmente impresentables por la ausencia de medios. Otra cuestión, son las órdenes que reciben y que podríamos discutir en otro momento; pero los que se están jugando la vida, merecen al menos contar con los medios adecuados para su trabajo. Eso es amar al ejército; y no ondear una banderita o ponerse la mano en la sien cuando pasa la cabra de la Legión.
Y por otro lado, aunque sé que generalizar es injusto, no comparto en absoluto esa visión franquistoide de España que se proyecta oficialmente, en especial cuando gobierna el PP, de exaltación de la rojigualda por parte de unos sectores cuyo amor a la patria se limita a exhibir la bandera; y a dar con su mástil en la cabeza a quien opine diferente. Muchos de esos son los que aman tanto a su país que envían sus remesas de dinero a paraísos fiscales; muchos de esos son los que votan a semejantes defraudadores; muchos de esos ostentan en caras camisas la banderita.... Gracias a ellos, a muchos la rojigualda nos genera repulsión en demasiadas ocasiones.
Pues yo, en estas imágenes, no veo la patria por ningún lado.
Decía al principio, que mi sentimiento patriótico es más bien escaso, y que raras veces me siento conmovido por el mismo. Pero es que mi visión de la patria es diferente a la oficialmente aceptada. En ocasiones, cuando estoy en otro país y me encuentro con algún paisano, este sentimiento surge; pero en un sentido más bien lúdico.
Por ejemplo, hace unos días me emocioné con el testimonio de una compatriota, y surgió en mi interior la emoción y el orgullo de pertenecer al mismo país que aquella persona amaba. Se trataba de una niña de la guerra, de las que fueron exiliadas a Francia y acogidas por familias tras la Guerra Civil. Ya octogenaria, recordaba aquellos tiempos, y contaba una sencilla anécdota que me puso los pelos de punta: En el colegio su profesora la había regañado y castigado por pegar a una niña francesa, el motivo es que la niña le había dicho que era una sucia española; y por eso la había pegado, y que si se lo volvía a decir, ella lo volvería a hacer. Eso es verdadero amor a un país y a una tierra; a un país y a una tierra que había asesinado a sus padres y a ella le había exiliado a otro país. Aún así no permitía que nadie dijese nada malo de España. Esa es la patria que yo quiero y que yo siento....la que defendía aquella niña...
Leave a comment