Recientemente he terminado de leer el libro La Gran Estafa de Alberto Garzón (por cierto, muy recomendable). En uno de sus capítulos se hace una breve descripción de algunos de las amenazas que se ciernen sobre el planeta desde el punto de vista ecológico. La raiz de las mismas está fundamentada casi siempre en la sobreexplotación de los recursos naturales y en el carácter limitado y finito de los mismos, que coinciden irremediablemente en un conjunto de desequilibrios insoportables que finalmente desencadenan la ausencia de sostenibilidad del modelo actual.
La solución a todos estos problemas, con las herramientas disponibles actualmente, pasa indudablemente por la modificación de los patrones de consumo, y por una distribución más equitativa a nivel planetario de los recursos. La historia de la humanidad nos ha mostrado en infinidad de ejemplos que la Naturaleza tolera muy mal estos desequilibrios....
Sin embargo, recientemente se ha abierto una nueva puerta que nos muestra un camino que estamos obligados a explorar con urgencia. Dado que si somos realistas, las modificaciones en los hábitos de consumo de los países occidentales, en caso de producirse, lo harán de una manera terriblemente lenta y posiblemente insuficiente antes de que el sistema y el planeta se colapsen.
Casi de manera anecdótica apareció recientemente en los medios de comunicación la noticia de que un grupo de investigadores había desarrollado una hamburguesa desde unas células madre obtenidas de una vaca adulta. Evidentemente su precio, que rondaba los 250.000 euros, es disparatado para pensar en un rendimiento comercial actual. Sin embargo, lo verdaderamente trascendental es el camino que abre hacia la creación de alimentos en laboratorios. Imaginemos la revolución mundial que puede suponer la capacidad de generar cualquier alimento desde unas pocas células sin necesidad de cultivarlos, ni de criarlos.
Los senderos que puede seguir la tecnología son imprevisibles incluso para los propios investigadores. Por ejemplo, supongo que aquellos pioneros que desarrollaron las primeras computadoras hace ya 50-60 años; máquinas de precios disparatados (como esta hamburguesa), que ocupaban habitaciones enteras y cuya capacidad hoy nos hace sonreir, eran incapaces de imaginar que hoy en día casi todo el mundo llevaría en su bolsillo máquinas capaces de superar en miles de veces la capacidad de sus primeros prototipos y a un precio que casi cualquier ciudadano occidental puede permitirse.
Si aplicamos esta misma lógica al desarrollo de alimentos in vitro, se inicia un universo de posibilidades que introduce una nueva forma de afrontar los problemas de nuestro planeta. Nunca la humanidad ha dispuesto de la capacidad tecnológica actual para la solución de sus problemas, y por tanto se hace difícilmente previsible lo que va a suceder en este sentido dentro de 20 o 30 años.
Este fue uno de los primeros ordenadores, en perspectiva histórica puede no ser muy diferente de la primera hamburguesa desarrollada desde células madre en un laboratorio
Es obvio, por tanto que la apuesta en el terreno de la investigación ha de ser verdaderamente decidida. Para ello es imprescindible visión de futuro, planificación, y por supuesto grandes inversiones de capital económico y humano. Circunstancias poco habituales entre nuestros actuales dirigentes.
Sin embargo se hace imprescindible explorar y desarrollar esta poderosa herramienta con la que nunca ha contado la humanidad en toda su larga historia, y que nos puede permitir afrontar estos graves problemas de una manera novedosa y eficaz.
http://tecnossistemas.blogspot.com.es/2012/09/costo-ambiental-de-la-sobreexplotacion.html