Independientemente de todas y cada una de las críticas que ha recibido la polémica reforma educativa impulsada por nuestro amadísimo ministro Wert (y con las que estoy absolutamente de acuerdo), hay un factor que considero mucho más importante y sobre el que apenas se está discutiendo en esta mediatizada sociedad.
De aprobarse esta polémica ley que tan solo cuenta con el apoyo del PP y de los sectores más reaccionarios de la iglesia católica; además de con la oposición de todos los demás, lo que parece claro que va a suceder de nuevo es que en la próxima legislatura, y si otra desafortunada mayoría absoluta del PP no lo impide, es que la ley será derogada y una nueva reforma educativa se implantará entonces. Esto no puede seguir así; ni esto ni muchas otras cosas importantes en nuestra sociedad.
Hay cuestiones de vital importancia para una sociedad, como son la educación, la sanidad, las pensiones, etc que no pueden estar sometidas a los pendulares vaivenes de la alternancia política en el poder. Es decir, resulta de una irresponsabilidad inaudita que un gobierno apruebe una reforma educativa que va a ser derogada y modificada en la siguiente legislatura. Esto no es un país ni medio serio.
Resulta imprescindible que estos grandes temas cuenten con una apoyo parlamentario inmensamente mayoritario, por ejemplo de las tres cuartas partes del parlamento, para poder modificar estos grandes ejes de la estrategia como país, y que no nos veamos arrastrados a estúpidos movimientos pendulares con cada cambio de gobierno, que al final tan solo consiguen convertirnos en un país débil y sin un atisbo de seriedad.
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