En las dos, tres últimas décadas se ha producido una transformación ideológica en la sociedad de gran profundidad.
Poco a poco se ha logrado arraigar un pensamiento generalizado de que lo público es poco rentable, cosa opuesta a lo que sucede en el ámbito privado. Unas adecuadas campañas mediáticas, curiosamente manejadas por los mismos grupos que se benefician de las privatizaciones, han conseguido su objetivo: En la actualidad nadie discute la incapacidad de los mercados privados para autorregularizarse.
De este modo se han creado oligopolios en diversos ámbitos empresariales que permiten a sus miembros guarecerse de lo que en público tan insistentemente defienden los que dicen ser liberales: La competencia y la ley de la oferta y la demanda. En muchos campos se ha llegado a una evidente política de que entre bomberos no se pisan la manguera.....El resultado es evidentemente pernicioso para los ciudadanos, que finalmente pagamos cantidades disparatadas por productos y servicios que tras su privatización deberían estar sometidos verdaderamente a competencia comercial y por tanto a unos precios más reducidos. La realidad nos muestra insistentemente que esto no es así, y los medios de comunicación habitualmente se cuidan muy mucho de explicarnos esta situación
Siendo tan evidente el problema, parece que su solución es obvia. Pero de nuevo nos encontramos con que los principales beneficiados por el actual estado de cosas son los mismos que tienen la capacidad de cambiar las leyes, en contra de su beneficio personal. Y eso dificulta las cosas, pero nunca debería llegar a impedir la consecución de las soluciones.
Creo que resulta imprescindible la creación de un potente sector público que compense los tan habituales desvíos que se producen en el sector privado. Es decir, necesitamos un cambio profundo en la mentalidad de las personas y sobre todo de nuestros gobernantes (sean políticos o económicos): Los medios de producción deben estar puestos al servicio del bien común; y no justo al revés que es lo que está sucediendo en la actualidad: Los ciudadanos sacrificamos nuestros derechos sociales en aras de mejorar el balance económico de las grandes corporaciones con la ilusa e incumplida promesa de que ellos nos mejorarán nuestra vida en cuanto puedan....
Una potente empresa pública en cualquier sector no ha de buscar exclusivamente su rentabilidad de manera directa; pues sus beneficios se producirían en campos como la creación de empleo de calidad, el establecimiento de una verdadera competencia con las empresas privadas que finalmente produciría una mejora y abaratamiento de los servicios y bienes ofrecidos, etc. De este modo se pueden poner en marcha dinámicas en las que el objetivo final es el bien común, con una sociedad activa, competente y adecuadamente formada.
Las empresas públicas actuarían como el otro platillo de la balanza en una gran cantidad de aspectos sociales, laborales, económicos, culturales, etc de modo que las empresas se verían arrastradas a este cambio de mentalidad en el que sus beneficios deberían obtenerse a través de una mejora de las condiciones de vida de la sociedad en la que se implantan; y no justo al revés como sucede en la actualidad.
Ahora bien, no debemos confundir la creación de un sector público poderoso con la funcionarización de sus trabajadores. O quizá siendo más preciso, lo que se debe evitar es fomentar el tópico de funcionario.
Tan evidente como la necesidad de crear un sector público empresarial poderoso, creo que es el establecimiento de una adecuada política de personal en las empresas públicas, en las que se articule una adecuada escala de motivación para sus trabajadores; y no como el actual sistema de funcionariado, donde no existen estímulos hacia la mejoría personal y profesional, lo cual provoca la endémica desmotivación de muchos funcionarios y trabajadores públicos que conduce inevitablemente a su baja productividad y al estancamiento de la gestión de sus responsabilidades.
Actualmente parece imposible, pero seguro que existe algún punto de equilibrio entre trabajos de calidad, bien remunerados, con adecuados estímulos personales y económicos para los trabajadores y una proporcionada exigencia de responsabilidad por los resultados obtenidos. Esa es la manera de lograr trabajadores productivos, que incrementen los beneficios para el empresario. Siempre he pensado que un trabajador desmotivado y cabreado es muy poco rentable....
De nuevo, no queda más que concluir que el desarrollo de medidas de estas características va en contra de quienes han de tomarlas, por ejemplo en forma de cargos bien retribuidos en consejos de administración privados tras abandonar la práctica política....
En nuestra mano debería estar modificar esta situación.....
http://tenemosderechoatrabajar.blogspot.com.es/2013_02_01_archive.html
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