La infinidad de acontecimientos calamitosos que nos está abrumando cada día desde los noticiarios ofrece pocas posibilidades de comentario original. La inmensa mayoría de ciudadanos pensamos que se precisan cambios radicales en la vida pública para evitar que se repitan estos penosos sucesos.
Ya no es suficiente con criticar las evidencias; se necesitan propuestas reales para modificar el actual estado de las cosas, y eso es lo que precisamente vamos a intentar hacer desde hoy desde estas modestas líneas.
Uno de los principales problemas al que nos enfrentamos es la ausencia de relación entre la casta política y los ciudadanos gobernados. Parece que vivimos en una democracia; pero no es así. Nuestro régimen actual yo lo llamaría partidocracia. Son los partidos políticos, en especial los dos mayoritarios, los que controlan todos y cada uno de los aspectos importantes de la actividad pública. Los representantes públicos han de rendir cuentas ante las cúpulas directivas de sus respectivos partidos, y no ante los ciudadanos que supuestamente les eligen.
El actual sistema de listas cerradas dentro de los partidos diluye la responsabilidad de los cargos electos bajo el paraguas protector de sus respectivas siglas. Cuando llega el momento de exigir cuentas, nadie sabe nada; nadie ha oído nada; nadie dice nada. El partido esconden a sus dirigentes, y en caso necesario cambia de lugar a los más señalados por escándalos públicos a modo de protección. Cuando llega el momento de las elecciones, los votantes se ven encerrados en una lucha de siglas que agrupan a un montón de candidatos que, en el mejor de los casos, son completamente desconocidos para los ciudadanos.
Esta es una de las más eficaces armas de poder que manejan los partidos políticos:
Quiénes están incluidos en las listas y en qué orden
Se han propuesto diversas alternativas para resolver esta situación. La más evidente es la de cambiar el modelo a uno de listas abiertas; aunque también se han propuesto diversas variantes como listas semiabiertas, semicerradas o semi-lo-que-ellos-quieran.
La idea de listas abiertas me parece atractiva, pero sinceramente creo que la sociedad española no está preparada para ello. Si cogemos cualquier papeleta electoral para el congreso de los diputados por cualquier circunscripción, nos enfrentamos a una lista de nombres, por un lado algunos conocidos por haber desempeñado funciones públicas; y por otro, otro montón de nombres absolutamente desconocidos.
A efectos prácticos, señalar con una cruz un conjunto de nombres dentro de esas papeletas se convertirá la mayor parte de las veces en conformarse con el orden de candidatos propuestos por el partido en cuestión, ya que en la mayor parte de casos, los ciudadanos no tendremos criterio suficiente como para poder seleccionar nuestros candidatos predilectos. Además una vez elegidos, su responsabilidad de nuevo se diluirá en la corriente impuesta por el partido, y manifestada a través de la perniciosa disciplina de voto.
Quienes votaron esta candidatura, por ejemplo, desconocían al 90% de los candidatos,
y ahora ignoran quien les está verdaderamente representando....
Cada vez estoy más convencido de que el sistema electoral alternativo que podría resolver muchos de nuestros problemas es el habitual dentro del ámbito anglosajón. Es decir, los candidatos al congreso de los diputados son elegidos dentro de circunscripciones electorales limitadas geográficamente. Dichos candidatos se presentan en representación de un partido político y dentro de cada circunscripción es elegido un solo representante, el más votado evidentemente.
De este modo se consigue una identificación clara e inequívoca del candidato electo con sus votantes y se destruye la dañina disciplina de voto. Los electores tienen claro quién es su representante; y éste sabe perfectamente que se debe más a sus votantes que al partido al que representa, porque su cargo depende de su éxito electoral dentro de un grupo limitado de electores. Por tanto, la relación entre político y ciudadano se estrecha, y esa creo que es la clave del éxito de dicho sistema.
Es evidente que este sistema también tiene sus inconvenientes, uno de los más importantes es la dificultad de representación para partidos no mayoritarios. Ese es sin duda el talón de Aquiles de este sistema; pero creo que en la actualidad, cuando los partidos mayoritarios gozan de una pésima reputación entre los ciudadanos, y las encuestas apenas les otorgan un 25% de votos a cada uno, es un momento más que interesante para su aplicación, y la puerta para otras opciones interesantes está más que abierta. Nada que ver con el duelo demócratas-republicanos norteamericano.
Otro de sus inconvenientes es que la aritmética electoral puede ocasionar grandes diferencias en cuanto a representación parlamentaria con pequeñas diferencias porcentuales en votos.
En cualquier caso, y sabiendo que es imposible diseñar un sistema perfecto, creo que en la situación actual de desconexión absoluta entre el poder con los ciudadanos, este sistema podría resolver muchos de los problemas políticos a los que nos enfrentamos cada día en España.
Leave a comment