Vaya con la que se ha liado con la reducción de la velocidad máxima en autovías y autopistas a 110 Km/h. De todo hemos escuchado ya. Aunque como viene siendo habitual, el premio gordo se lo puede llevar González Pons con sus grotescas comparaciones y su brochazo gordo al calificar dicha medida como "soviética".
En fin, el caso es que dicha medida no parece la más atractiva de las que ha elaborado el gobierno, que con este tipo de actuaciones parece empeñarse con todas sus fuerzas en perder las próximas elecciones. Y es que los españolitos hemos reaccionado como ante tantas otras cuestiones: Nos puede la víscera. Y casi nadie he escuchado valorar las verdaderas ventajas e inconvenientes de la polémica reducción.
Por un lado, y según algunos cálculos que provienen del propio Consejo de ministros se pueden ahorrar alrededor de un 11% de combustible, y los que saben de esto han cuantificado la medida en unos 1400 millones de euros al año en petróleo. Visto así no suena tan mal. Si buscamos alguna de las derivadas de esta situación, por un lado el Estado dejará de recaudar un montón de impuestos de esos 1400 millones (que al parecer son de las medidas que en otros foros propone el PP para salir de la crisis). Aunque estoy convencido de que buena parte de la merma de esos impuestos recaudados se cobrarán vía multas y saldrán comido por servidos.
Por otro lado ¿qué diferencia vamos a notar los conductores por circular 10 Km/ más lentos?. Por ejemplo si durante los 622 Km que separan Madrid y Barcelona circulamos constantemente a los 120Km/h actuales, tardaríamos 5 horas y 11 minutos aproximadamente. Pero si reducimos la velocidad, dicha distancia la cubriremos en 5 horas y 39 minutos. Es decir, una diferencia de 28 minutos entre Madrid y Barcelona en el peor de los casos, ya que a este cálculo habría que restarle los por ejemplos numerosos tramos de limitación de velocidad que ya existen en la obsoleta N-II. Supongo que los sufridos usuarios del puente aéreo y otras conexiones aéreas Madrid Barcelona firmarían un retraso de esa envergadura en todos y cada uno de sus viajes. Al cabo de un año habrían ahorrado muchísimas horas y disgustos.
En cualquier caso se confirma que todo depende desde donde se mire, pero lo que me parece más grave es que muchos de los que opinan libremente no lo hagan basándose en los hecho, y lo hagan exclusivamente en función de sus deseos personales. Es comprensible la repulsión que nos provocan las medidas prohibitivas, pero debemos aprender a reaccionar con un poquito más de inteligencia, aunque eso vaya contra nuestros instintos más ibéricos de sobrehumana sabiduría.
Personalmente, no creo que sea la medida de ahorro más afortunada que hayan podido tomar los del gobierno socialista, aunque si una de las más sencillas. De todos modos siempre me siento muy escéptico ante problemas graves y complejos resueltos con soluciones sencillas
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