La fiera es insaciable. Ha sido alimentada generosamente y exige su comida con más fuerza que el primer día. Su dieta ha sido de lo más variada, y no ha sido suficiente:
Subidas de impuestos, brutales recortes sociales, inmensas aportaciones de dinero público, atroces incrementos del número de desempleados....Y ¿con qué resultado?. NADA ES SUFICIENTE. Los mercados siguen desconfiando mientras sus cifras de ganancias siguen en límites obscenos.
Han cerrado el círculo: Las amenazas se han cumplido en Grecia e Irlanda. Las posibles víctimas futuras tiemblan de miedo mientras sus antiguos aliados abandonan los cadáveres en la cuneta y les registran los bolsillos en busca de calderilla. Tenebroso panorama se nos avecina.
Y digo yo, ¿no sería mejor dejar morir de hambre a los carroñeros?. Alimentarlos parece que sólo ha servido para aumentar su apetito, y además han descubierto que son capaces de conducir a la asfixia a sus víctimas; con lo cual se garantizan el sustento, cerrando así un peligroso círculo vicioso.
Todo esto me genera una brutal sensación de extrañeza. Veo las multitudinarias manifestaciones por las calles europeas reclamando que si nos tienen que sodomizar, al menos que nos pongan vaselina. Y no puedo evitar recordar aquellas otras del siglo XX en las que se reclamaban nuevos y más derechos para los trabajadores. Menudo giro han dado las cosas.
Es decir, hace unos decenios las calles se poblaban de ciudadanos exigiendo mejoras de las condiciones laborales y sociales. Y en caso de no lograrlo, se convocaban huelgas y otras medidas de presión eficaces. En muchas ocasiones se lograban pequeños avances, pero se conquistaba terreno. Y ¿qué sucede desde finales del siglo pasado?. Pues que parece como si la sociedad occidental hubiese alcanzado un estatus inmejorable, en el que nuestra principal preocupación es quedarnos como estamos. Y el temor a perder lo que otros conquistaron por nosotros nos va obligando a ceder pequeñas parcelitas de nuestros derechos. Lo estamos viendo claramente en los noticiarios de estas semanas: los europeos salimos a la calle para pedir que no nos quiten más cosas, y por cierto, tenemos muy poco éxito.
Nos explican que no hay otra alternativa, y yo me resisto a aceptarlo porque esta otra "no alternativa" parece habernos introducido en un estrecho callejón sin salida. Y encima pagaremos las facturas. Y que hagan esto los gobiernos conservadores parece natural, pero la traición a sus principios de los que se dicen gobiernos progresistas, como el de Zapatero en España, es probablemente más grave. Y digo esto porque han acabado con la ilusión de mucha gente, difundiendo el pesimista mensaje de que no hay alternativas, y de que la vaselina se le ha agotado.
Muchos ciudadanos han creído esto. Y puede que sea verdad. Pero los de mi generación (nací en 1970), vamos a dejar a nuestros hijos un mundo peor y con menos oportunidades y derechos que el que nos dejaron nuestros padres, víctimas de una horrible dictadura.
No tengo muy claro qué se debe hacer, pero como ignoremos cuál es el diagnóstico, jamás seremos capaces de curar al enfermo...
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