La huelga general terminó, y exactamente al igual que lo que sucede tras unas elecciones, todos han ganado. La conclusión es evidente: Los ciudadanos de a pie hemos perdido. Porque entre otras cosas se han vuelto a burlar de nosotros. Por un lado, tal y como era previsible, los recuentos de participación son bochornosos, con índices que han oscilado entre el 7 y el 75%; lo cual sólo tiene la explicación de que a los recontadores les importa un bledo lo que cada uno de nosotros hemos decidido. Por otro lado, mucha gente se ha visto obligada a tomar una opción con la que no estaban de acuerdo debido a presiones externas, ya sea frente a piquetes violentos como ante empresarios de gatillo fácil. Total, que las cosas siguen tal y como estaban antes de la convocatoria, salvo por un leve matiz: las diferentes posturas de los distintos actores involucrados se encuentran más enrocadas si cabe.
Aparte de todas estas cuestiones obvias, creo que merece la pena analizar con algo más de detalle las reacciones de cada una de las partes involucradas en el conflicto.
- El Gobierno. Se puede decir que ha salvado los muebles, los pocos que les quedan. No sé hasta que punto es fingida la postura de Zapatero y su gabinete, pero al fin y al cabo, lo importante es que el camino está ya trazado y no se van a desviar de él. El relato resumido de los hechos parece ser el siguiente: Los grandes poderes financieros han impuesto al gobierno una serie de reformas impopulares, y éste se ha visto en la obligación de transmitirlas a su ciudadanía. La población ha protestado; y el gobierno se ha mantenido fuerte. Esta actitud puede proporcionar al gobierno el apoyo financiero internacional que necesita para salir de la crisis. Aunque en mi opinión, es vender el coche para comprar gasolina. Sin embargo, el gobierno lo ve como una compra de tiempo y espacio antes de las elecciones de 2012, porque prevé que la mejora de las condiciones económicas les proporcionará una oportunidad de ganar las mismas. Situación que ahora resulta altamente improbable.
- El PSOE. Tal y como siempre que han alcanzado el gobierno en democracia, su situación dialéctica e ideológica es esquizofrénica. Es decir, desde una actitud y una estética izquierdista se ven obligados a defender políticas económicas de derechas y neoliberales. Muchos lo hacen sin ruborizarse, mientras que otros, esencialmente militantes de a pie y simpatizantes, optan por darles la espalda y recurren al frecuente refugio de la abstención, tan beneficiosa para la derecha nacional.
- Los sindicatos. Al saltar esta alambrada de espinas, que se han visto obligados a sortear, se han dejado prendidos muchos jirones de sus ropajes, por no decir otras cosas. Su prestigio se ha visto reducido en una proporción que el tiempo dimensionará adecuadamente. Pero como siempre en la vida, dos cuestiones extremas pero íntimamente relacionadas, han determinado esta situación. Por un lado la feroz campaña de acoso y derribo a la que han tenido que enfrentarse; y por otro, todo lo que de verdad hay en élla, que no es poco.
- La derecha, es decir, el PP y sus medios palmeros afines. Su papelón no tiene nada que envidiar a la esquizofrenia del PSOE. Han promovido y festejado el fracaso sindical, cuya convocatoria de huelga se supone que iba contra el Gobierno, es decir, se supone que esta situación beneficia al ejecutivo de Zapatero. Pero ellos no son capaces de reconocer esta situación y pretenden meter en el mismo saco de la crítica sindical al gobierno socialista. Esto no se sostiene por ningún lado....y ellos lo hacen, mientras sus incondicionales se aprestan a aplaudir semejantes contradicciones. Todo muy derechista.
- Los empresarios. Lo cierto es que la crítica se facilita mientras Díaz Ferrán esté a la cabeza de la CEOE. Pero intentaré no aprovecharme de la situación, aunque la tentación es grande. Su interpretación de la huelga ha bordeado la calumnia más perversa. Las palabras del honesto presidente de los empresarios explicando que la huelga ha sido secundada exclusivamente por los trabajadores que se han visto sometidos a las amenazas de los piquetes sindicales, constituyen un delito intelectual manifiesto. Y encima los medios afines y algunos habituales ultraderechistas como Esperanza Aguirre han perdido el culo por apuntalar con sus miopes e interesadas visiones el destartalado edificio argumental de Diaz Ferrán. En fin allá ellos, aunque lo más grave es que este tipo de disparates cala en una proporción significativa del electorado.
En fin, que ya es uno de octubre....y las cosas siguen igual que el 28 de septiembre....y es de esperar que no cambien. Pero yo insisto, debemos acordarnos de todas estas cosas cuando votemos en elecciones sindicales, generales o en las que sea. Pero recordando una cosa, la abstención es uno de los principales alíados de toda esta gente....
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