Hace unos días el expresidente extremeño, el ínclito Señor Rodríguez Ibarra, lanzó a la arena política una metáfora de la realidad actual muy ilustrativa, y a la vez muy preocupante. Más o menos venía a decir que la situación económica actual de occidente nos plantea a los ciudadanos una compleja disyuntiva: O el suicidio o la prostitución. Y él se inclinaba, bajo una aparente sensatez, por esta última posibilidad.
Todo esto traducido a lenguaje comprensible nos está comunicando un peligroso y deletéreo mensaje: No podemos hacer nada contra los mercados actuales que dictan las políticas económicas de los gobiernos occidentales, y que en estos turbulentos meses podemos ver de que manera repercuten en nuestro día a día. Por eso el ex presidente ponía en un lado de la moneda el suicidio, como si derribar este sistema de mercados liberalizados al máximo supusiese terminar con la civilización de occidente. Puede que sea así, pero me gustaría pensar que bajo los adoquines aún hay arena de playa.
Por el otro lado de la moneda Rodríguez Ibarra hablaba de prostituirse. Entiendo que se refería a tragarse de manera pragmática algunos de los principios básicos de la ideología de izquierdas, para poder subsistir dentro de un sistema económico que no permite la alternativa. Sin duda, es difícil ser más pesimista. Pero me resulta cuando menos llamativo que alguien tan contestatario y alternativo como el expresidente extremeño, lance un discurso tan mansamente neoliberal. Curiosamente unos días después de la última y obscena (como todos sus precedentes) reunión del Club Bilderberg.
Pero bueno, si asumimos que el argumento de suicidarse o prostituirse son las únicas alterantivas razonables a la situación económica actual, antes de tomar una decisisón , me gustaría saber a quien ofrezco mis orificios para que disfrute en ellos.
LOS MERCADOS. ¿Y qué coño son los mercados?. Hasta donde yo sé o imagino, este moderno altar de sacrificios humanos está compuesto por un grupo de personas que se dedican a intercambiar dinero en diferentes operaciones de las que buscan el máximo rédito. ¿Y que es lo que intercambian en esos abstractos mercados?. La respuesta es NADA, AIRE, COSAS FICTICIAS.
En el fondo eso son las acciones que se intercambian en las bolsas de todas las grandes ciudades del planeta. Si lo analizamos detenidamente así es. Una acción se supone que es una porción de una compañía que tiene un valor económico que depende en exclusiva de lo que alguien está dispuesto a pagar por ella. No depende del valor real de la compañía. Esto fue lo que sucedió con el boom de las empresas de Internet, que en realidad no valían nada porque no tenían nada detrás, se especuló con su valor que se disparó y finalmente estalló. Mucha gente se arruinó, pero muchos otros se forraron. Si lo analizamos es como las obras de arte. El valor real de un cuadro, es decir la tela, la pintura y las horas de trabajo, no tienen nada que ver con su valor de mercado, que depende en exclusiva de la cifra que alguien está dispuesto a pagar por la obra. Si no existiesen las compañías de seguros (otras que mercadean con posibilidades, es decir, con nada objetivo), y ese cuadro se quemase, se perdería toda la inversión: La ruina.
Pero es que los modernos mercaderes aún han inventado productos (como les gusta llamarlos a ellos) más perniciosos. Y han creado un mercado paralelo de apuestas en el que se mueven cifras desorbitadas de dinero. Este mercado paralelo es un auténtico casino, exactamente igual que las casas de apuestas deportivas de Internet. Pero ellos apuestan sobre techos o suelos que van a alcanzar las acciones de algunas compañías, exactamente igual que en las quinielas. Y aquí están metidos los grandes fondos de inversión mundiales, moviendo cifras astronómicas sin ningún valor real que lo sustente. Pero las cosas aún se complican más, puesto que estos gigantes financieros han logrado tal peso y poder que son por si mismos capaces de desequilibrar la balanza. El juego es muy sencillo. Tengo mucho dinero y puedo apostar que las acciones de una compañía van a bajar de un determinado punto, sin que nadie sepa quien está detrás de la apuesta. Compro muchas acciones de esa empresa y logro que su valor se dispare, para luego iniciar una venta rápida a la vez que extiendo rumores sobre su viabilidad (como soy muy poderoso dispongo de estupendos y afines medios de comunicación). Como resultado las acciones se desploman hasta que yo gano mi apuesta. Me he forrado por dos caminos y he hundido a muchos pequeños e ignorantes inversores particulares y a una empresa que a lo mejor daba de comer a varios cientos de familias.
Y ante semejante clientela debemos prostituirnos. si en lugar de vaselina van a usar condones de lija.....El suicidio es una alternativa más que razonable frente a la posibilidad de arrojarnos a los miembros de semejante caterva.
NO LO DUDEMOS Y ACTUEMOS CONTRA NUESTROS ENEMIGOS
Lo que no sé muy bien es cómo hacerlo. Pero tengo muy claro que algo hay que hacer, porque de lo contrario, Rodríguez Ibarra tendrá razón: O el suicidio o la prostitución
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