Es habitual actualmente escuchar que todos los políticos son iguales, que lo que les preocupa es llenar el bolsillo y muchas más cosas por el estilo. Y no les falta razón. Pero a pesar de ello sus decisiones nos afectan a todos de manera mucho más directa de lo que a veces creemos
Actualmente la política está en manos de una serie de personajes de oscuro pasado, cuya única profesión conocida es la de políticos y sin ningún bagaje a sus espaldas. Es lo que yo llamo políticos profesionales. Sus únicos méritos han sido progresar dentro de unas entidades opacas en la elección de sus dirigentes, que son los partidos políticos actuales, especialmente los mayoritarios. Los méritos no se miden en logros personales, profesionales o académicos, sino en saber prosperar dentro de estos partidos en los cuales lo más premiado es la adhesión inquebrantable a los dictados de los superiores. De este modo, únicamente prosperan los mediocres, porque el sentido crítico se evita toda costa, y en muchas ocasiones la crítica es el prolegómeno de la inteligencia. Por culpa de tan cerrado sistema es posible que personajes indocumentados e intelectualmente nulos lleguen a ocupar cargos de gran responsabilidad. No voy a poner ningún ejemplo, porque a todos nos surgen espontáneamente.
Tod esto tiene una fácil respuesta en el desorientado ciudadano elector: Todos son iguales y no voto a ninguno. A veces creo que el truco es tan sencillo que hasta resulta creible la hipótesis de que esta situación es provocada. Es decir, aplicar aquello de cuanto peor, mejor para mi. Me explico, si se consigue que la sociedad dé la espalda a la política porque esté lo suficientemente anestesiada-inhibida como para no particpar, se consigue sostener el actual sistema, en el que los propios políticos se retroalimentan para llegar a constituir un cuerpo de especialistas en el que los más válidos no entran, y los méritos a considerar son la adhesión a unos principios. Lo que vemos en los telediarios parece confirmar mi hipótesis. Si incluso ya hay personajes que constituyen parejas de hecho en los debates parlamentarios y protagonizan discusiones estériles de sordos en los que compiten por el insulto más propagandístico. Estoy convencido de que se trata de una táctica premeditada para desanimar a la sociedad y así perpetuarse en los cargos.
Es más, la tolerancia con la que se viven los fenómenos de corrupción en nuestro país confirman un poco más si cabe mi hipótesis. ¿Alguno de estos ladrones millonarios ha devuelto un euro de lo que ha robado?. Esto aún lleva a apartar más a los votantes de sus representantes.
Si estudiamos un poco de historia, aunque sea la más reciente, veremos qué personajes llegaban a ocupar cargos de responsabilidad en la política: Los que llegaban a los cargos de responsabilidad eran los mejores representantes entre la sociedad de unas ideas políticas, que envidia me da recordar las listas electorales de la segunda república. Evidentemente la dictadura franquista supuso un terrible paréntesis a este hecho.
Los votantes de a pie tenemos dos opciones: Pasar de ellos o intentar participar. Creo que la primera alternativa es errónea por dos motivos:
- El primero ya lo comentaba antes: Nuestra inhibición les perpetúa en los cargos, simplemente rotan las siglas en un ciclo que se repite cada pocos años. Es tan eficaz este sistema que dudo intensamente que no sea premeditado, y lo que en realidad pretenden nuestros políticos es nuestra desmotivación. Que en las elecciones cuantos menos votantes haya, más controlables resultan.
- El segundo es que aunque los políticos se parecen demasiado entre sí (al fin y al cabo han creado su propia clase social), finalmente sus decisiones nos afectan intensamente a todos. Simplificando al máximo, la política consite en colocar el dinero público en diferentes localizaciones (eso lo llaman gestión de los recursos), y actualmente tenemos un modelo experimental casi ideal para ver como en nuestra vida diaria nos afectan las políticas de los políticos: Las autonomías. No me extenderé en ejemplos, pero resulta más que evidente las diferencias que ahora hay entre unas comunidades y otras. Por ejemplo las, diferencias en la política social de Madrid y Castilla la Mancha; o en política deseducativa entre Valencia y Andalucía; o las historietas que se estudian en Cataluña, Pais Vasco, etc; o los gastos de promoción de lenguas propias;etc etc etc. Sólo hay que pensar en qué nos gustaría que nuestros políticos gastasen el dinero que les dejamos administrar tras nuestros impuestos.
En fin, que aunque haya que hacer de tripas corazón, creo que el voto que emitimos cada cierto tiempo es de las pocas cosas útiles que como individuos podemos hacer por cambiar las cosas. Somos muchos granos de arena. Pero aún se puede hacer más, nuestro voto a partidos minoritarios es el que puede llegar a hacer cambiar las cosas.
EL ENEMIGO ES EL BIPARTIDISMO
Mi consejo es que te defiendas de él, tú sabrás cómo.
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