Posiblemente una de las palabras más pervertidas en el lenguaje político del siglo XXI sea "radical". Por si acaso, antes de empezar recomiendo la lectura de los significados de dicha palabra en el diccionario de la RAE ( http://lema.rae.es/drae/?val=radical )
En la actualidad se emplea el calificativo de radical con un sentido terriblemente peyorativo y negativo. Cuando a cualquier iniciativa política se le añade el término radical se quiere decir indeseable. ¿Por qué se ha transformado esta palabra en un adjetivo tan despectivo?.
En primer lugar, siempre he pensado que cuando alguien tiene una idea, la debe defender de la manera más radical posible, y asumir las consecuencias de la misma. Lo contrario a radical es tibio; y la tibieza conduce a la mansedumbre. El poder nos quiere mansos....Probablemente por ello, el término radical esté tan denostado en nuestros días. Se emplea en política de manera similar a la que se emplea en otros ámbitos, por ejemplo cuando se habla de hinchas de fútbol "radicales".
El lenguaje políticamente correcto que empapa los medios de comunicación elogia el centrismo, sin que nunca sepamos bien que demonios significa una ideología de Centro. El paroxismo de esta ambigüedad fue Esperanza Aguirre hablando sobre partidos de centro-derecha, de centro-izquierda y de centro-centro. Ella que representa a un partido que es radicalmente neoliberal, huye de esta terminología y se disfraza de moderada, de centrista. ¿Es que acaso la moderación es buena?, pues me temo que en algunos temas no lo es.
Si incluso, el discurso oficialista desde el PP tras las elecciones de mayo es que el partido socialista se ha convertido en un partido radical, como si fuese verdad; como si fuese un insulto (que para ellos lo es, aunque la palabra esté mal empleada). Hasta este punto ha llegado la degeneración del lenguaje y la simplificación de ideas que demanda una sociedad anestesiada, de nuevo se comprende que el dotar al término radical de un significado tan negativo adormece a la ciudadanía e impide que se manifieste con fuerza a favor de la defensa de sus derechos.
¿Quiénes salen beneficiados de todo esto?....Los de siempre. Precisamente aquellos que están dirigiendo con puño de hierro las políticas más radicalmente neoliberales que han arrasado occidente en los últimos años. Para seguir haciendo lo que les viene en gana, precisan de una sociedad mansa y dócil que crea que la inactividad es la más inteligente de las alternativas. En este sentido, quien se sale un poco del redil y denuncia sus abusos es inmediatamente calificado de radical, de forma que sus propuestas sean consideradas automáticamente como peligrosas y ajenas al sentido común.
Pero si profundizamos un poco más en la terminología actual políticamente correcta, observamos un curioso fenómeno. Casi nadie habla de derecha radical; se habla de extrema derecha cuando se refieren a partidos de corte fascista. En estos casos, el término "extrema" carece del sentido peyorativo que se otorga a su supuesto equivalente de "izquierda radical". Es obvio que el lenguaje en este caso adquiere una importancia vital a la hora de prejuzgar las ideologías. Al fin y al cabo los partidos de extrema derecha defienden un sistema económico neoliberal exactamente igual al que defienden los supuestos partidos de centro-derecha. ¿Será esta la causa del desajuste lingüístico?.
No son "derecha radical"; en la terminología oficial son "extrema derecha"
Es por todo esto, que desde estas líneas hoy pretendía hacer un alegato de la radicalidad en las ideas y denunciar el mal uso que se está haciendo del término en las discusiones políticas. Parafraseando a Nietzsche, podríamos concluir: "¿Era esto ser radical; Bien, otra vez"
http://article.wn.com/view/2015/03/13/Esperanza_Aguirre_En_el_PP_tememos_muchisimo_mas_a_Podemos_q/