Ahora que el primer, y afortunadamente único, caso de contagio por Ébola en Europa está a punto de resolverse satisfactoriamente para la paciente, creo que es un buen momento para empezar a plantear preguntas al respecto y exigir responsabilidades.
Sin duda todo empezó hace unos cuantos meses, cuando se decidió desmantelar el Hospital Carlos III de Madrid. Es un buen momento para recordar quienes decidieron cerrarlo, transformarlo o como quieran llamarlo y con que motivos. En este sentido, quizá sea bueno recordar las denuncias de algunos de los profesionales que allí trabajaban, que nos recuerdan, antes de que la amenaza de la epidemia estuviese en nuestras puertas, para que servía dicho Hospital. Las siguientes son palabras textuales del doctor Juan Martínez en marzo de este año: "El Carlos III cumplía una función en parte intangible, pero real, a mi modo de ver. Fuimos designados centro de referencia de enfermedades emergentes e importadas y cumplimos esa función ante la amenaza del ántrax, del SARS,de la gripe aviar, de la gripe pandémica y de modo más inadvertido, de sospechas de cólera, fiebre de Marburg, Ébola, tuberculosis multirresistente, rabia, etc. La idea era sencilla: Pequeño hospital cuerentenable, dotado de cuidados intensivos (ya cerrados), anatomía patológica con microscopía electrónica (cerrada), habitaciones de aislamiento con presión negativa (infrautilizadas ahora), excelente microbiología (en proceso de desmantelación) y centro de vacunación internacional (que se mantiene)".
Esto es simple: Unos políticos deciden eliminar para cuadrar unas cuentas (maltrechas por cosas como las de Bankia) un Hospital muy específico sin atenerse a las consecuencias. Es como si yo tengo un seguro contra incendios en mi casa, decido anularlo para ahorrar y se me quema la casa: El único responsable soy yo. Pues eso mismo ha pasado con las autoridades sanitarias madrileñas y estatales (porque era centro de referencia nacional) que decidieron prescindir de dicho "seguro". Eso si, todos se han apresurado a evadir su responsabilidad, que es absoluta.
Pero claro, entonces surge el asunto de los misioneros moribundos en África y de su eventual repatriación. No puedo estar en desacuerdo en que unos compatriotas sean repatriados en esas circunstancias, pero tan solo pondría una condición: Y es que estuviésemos adecuadamente preparados para su tratamiento. Obviamente no lo estábamos por la sencilla razón de que el Hospital que estaba preparado para este tipo de problemas había sido previamente desmantelado por las autoridades sanitarias. La prueba más evidente es que a las primeras de cambio se produce un contagio entre el personal sanitario.
Aunque a continuación voy a hacer un ejercicio de ficción, me temo que los hechos no han de estar muy alejados del mismo: En el Consejo de Ministros surge la necesidad de traerse a España a dos misioneros gravemente enfermos de Ébola, ¿dónde van a ser ingresados?. Pues en el Carlos III, que es el hospital de referencia nacional para estas cosas. Pero claro, en ese momento se dan cuenta de que tal estructura ya no existe, por lo que a toda velocidad se improvisa su "reconstrucción". Lo importante es que la foto salga bonita, y que no exista la posibilidad de que alguien diga: Los misioneros no pueden ser repatriados porque hace unos meses el Gobierno de Madrid se ha cargado ese Centro Hospitalario. Y allá que vamos, se rescata personal que estaba en otros lugares, y se monta un paripé de traslado por las calles de Madrid al más puro estilo Hollywood, que eso si que sale en Prensa. Después lo que pasa de puertas para dentro en el Hospital ya no sale en la foto y se apaña como se puede. Cuando se produce el contagio tenemos la prueba del delito: el protocolo no ha funcionado y en el colmo del despropósito se culpa a la enferma.
En este sentido, cabe destacar que cualquier protocolo mínimamente serio de seguridad, incluye la posibilidad de error humano, y por tanto, los mecanismos de control para que dicho protocolo sea resistente a este previsible tipo de error. Los más elementales controles de seguridad y control no se cumplieron, y los responsables de ello siguen en sus despachos.
Es evidente que este tipo de cinematográficas medidas de protección no se aplicaron cuando Teresa limpió la habitación del misionero fallecido
Posteriormente el cúmulo de despropósitos ya es enciclopédico y ampliamente conocido: ausencia de evaluación del personal sanitario que estuvo en contacto con el virus (Teresa anduvo casi 6 días por ahí con fiebre), ausencia de protocolos de transporte seguro de casos sospechosos, carencia absoluta de criterios para derivar y tratar casos sospechosos (lo que sucedió en el hospital de Alcorcón es de traca), falta de criterios para tomar medidas de carácter epidemiológico con las personas con contacto de riesgo, impune inculpación de la contagiada, etc, etc, etc.
En fin, pero en este país nadie es responsable de nada, y las excusas que nos han puesto Ana Mato, y el Consejero Javier Rodríguez no son nada diferentes de las que hemos escuchado en casos evidentes de corrupción y otras calamidades.
Personalmente considero que los responsables de lo que ha pasado con el Ébola en España son dos (y ojalá que nos quedemos aquí): Quienes desmantelaron el Carlos III en Madrid, y quienes decidieron repatriar a los misioneros enfermos sin contar con los medios adecuados para su atención. Si fuésemos un país medio normal, cada palo debería aguantar su vela....
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